Deep Web + La Liberté
Internet es un submundo virtual, tan lleno de información y tan grande como el real. En él, la gente puede relacionarse, jugar, trabajar, dispersarse, informarse, estudiar, exponer sus ideas y hasta se puede comprar y vender. Pero como todo lugar vasto, tiene sus callejones oscuros, y con ello me refiero a prácticas mucho más indecentes que usarlo para masturbarse: me refiero a la Deep Web.
Deep Web, o para los de habla hispana,
Web profunda, es la cara oculta de internet, y aunque las grandes masas
ignoran completamente su existencia, ésta comprende más del noventa por
ciento de la información que circula de manera virtualmente
interconectada.
Desde que me enteré de la existencia de
la Deep Web, quise conocerla, hurgar en ella. Tenía miedo, por supuesto,
pero la curiosidad era mucho más grande, y después de pensarlo lo
suficiente decidí que no habría problema en curiosear sólo un poco más
allá de la web normal.
Ésta es mi historia en la Deep Web. Pero
antes de que les cuente mi experiencia personal, permítanme darles una
breve introducción de cómo está dividida la web y qué encontré en cada
peldaño.
Internet se divide en niveles:
El nivel 0, el más superficial de todos,
constituido por un pequeño número de páginas que todos conocemos y que
actualmente dominan el mundo internauta, tales como Google, YouTube y
similares.
El Nivel 1, en donde se encuentran sitios
un poco menos conocidos pero de fácil acceso. Son, en su mayoría,
foros, páginas pornográficas y pequeñas páginas independientes de
interés no tan común, como en el nivel anterior.
El Nivel 2 está compuesto por dominios
aún menos conocidos y por los buscadores independientes, tales como Ares
y Emule. El material que se puede obtener en este nivel es de moralidad
dudosa y no apto para estómagos débiles. El morbo suele ser un tema
recurrente.
Hasta aquí hemos tocado sólo la parte
superficial del cíber-mundo. Es a partir de aquí donde está lo realmente
«interesante». Es ahora cuando se da el primer paso dentro de la Deep
Web.
Nivel 3. Las páginas que se rigen en este
oscuro mundo suelen tener dominios compuestos por caracteres dejados
caer de manera totalmente aleatoria. En ellas no hay publicidad, ni
color, y lo más significativo es que no se relacionan entre ellas como
las páginas superficiales; de hecho, ni siquiera aparecen en buscadores
como Google, ni aunque copies su enlace e intentes buscarlo.
Aquí hay muchas cosas raras, muchas cosas
perturbadoras, muchas inútiles —tales como las webs abandonadas,
algunas por más de 25 años—, pero también muchas cosas útiles. En este
sector quizá encuentres ese libro que tanto buscabas y que no
encontrabas porque cerraron Megaupload, o esa película de antaño que ya
nadie se molesta en subir, e incluso hay algunos foros interesantes.
Pero la verdad es que la mayoría de lo que hay aquí tiene fines mucho
más macabros y desagradables, en su mayoría pornografía infantil,
pequeños mercados de drogas y armas, instructivos de cómo hacer bombas,
fotografías de gente siendo torturada o desmembrada, entre otros.
En los foros que visité se hablan temas
bastante perturbadores, a veces en broma y otras ni tanto. La verdad,
llega un punto en el que todo es tan raro que te es difícil discernir
entre una broma y un verdadero homicida relatando como violó y mató a su
víctima.
Nivel 4. Los niveles anteriores eran
peligrosos, pero con un proxy y un buen detector de intrusos era
suficiente, pero aquí no. El cuarto nivel y lo que está por delante
están plagados de hackers. Y por hackers no me refiero a chiquillos
tontos cuyo único pasatiempo es infectar computadoras, me refiero a
verdaderos piratas informáticos, lo mejor de lo mejor cuando a robo y
malversación de datos se refiere.
Por supuesto, el hecho de que esta gente
esté aquí significa que hay algo realmente bueno escondido en algún
lugar, y la verdad es que lo hay. En este nivel, además de todo lo que
hay en los otros niveles, se puede ver snuff en vivo o grabaciones y,
además, se encuentra el «Mercado negro»; una página de ventas online
como Mercadolibre, sólo que aquí se venden artilugios de los más
macabros, además de drogas, armas, órganos, trata de blancas e incluso
puedes contratar sicarios. Todo pagado con una moneda llamada BitCoin,
famosa (entre los que recurrimos este espacio) por ser la más cara y
difícil de conseguir en el mundo.
Lo que más llamó mi atención fue una
lámpara de escritorio valuada en 5.000 BitCoins. Databa de la década de
los cuarenta, era de procedencia alemana, más específicamente de la
Alemania nazi, y estaba confeccionada íntegramente con huesos y la piel
de un pobre hombre de sus campos de concentración.
Pero los hackers no están aquí de compras
o para ver morbosidades varias, sino para trabajar. En este nivel se
encuentran páginas encriptadas de numerosos gobiernos, en las cuales se
puede hallar información sobre a qué va realmente destinado el dinero de
esos países, leyes que piensan ser aprobadas y secretos de los estados,
tales como expedientes sobre experimentos con humanos que datan de las
últimas cuatro décadas.
Llegados a este punto, estoy seguro de
que le he picado la curiosidad a más de uno. ¿Quieren saber cómo entrar a
la Deep Web? ¿Quieren que les pase los enlaces de algunas páginas? Lo
siento, pero no voy a hacerlo. Sólo les diré que el que busca encuentra;
pero cuidado, no vaya a ser que encuentren más de lo que buscaban, como
me pasó mí.
Nivel 5. Aquí se exponen los secretos
militares y de estado más horrorosos de todos, y es donde se aprueban
estos mismos y se controla su progreso. También se cree que la entidad
que realmente domina el mundo intercambia información entre sus
contrapartes por aquí.
Finalmente, sólo los mejores hackers
logran acceder al sexto nivel, y el riesgo nunca es menor que fatal. El
objetivo es la Database. La Database es la sección donde toda la
información de la web deja de ser sólo un código binario y comienza a
tener sentido. Quien logre descifrar la clave del sistema —que tiene una
extensión de kilómetro y medio de tipeo numérico— será capaz de
manipular cualquier dato de internet, desde el título de un foro, hasta
valores de cuentas bancarias. Sencilla y llanamente, quien logre acceder
a la Database tendrá al mundo en la palma de su mano.
Yo quería verlo, no hackearlo, pero sí
verlo. Quería ver el sexto nivel con mis propios ojos, y me confié… me
atraparon. A mártir de entonces, mi vida cambió para siempre. Acababa de
entrar al sexto nivel, y ni bien ingresé mi computadora se reinició por
sí sola. Insulté por todo lo alto creyendo había sido un bajón de
corriente, pero grande fue mi sorpresa cuando mi ordenador terminó de
iniciar sesión y vi que el disco duro había sido totalmente limpiado.
Sólo había un archivo de bloc de notas en el medio del escritorio. Lo
abrí y el cuadro de texto se posicionó en el centro de la pantalla, con
un mensaje corto y directo:
«No lo vuelvas a hacer».
Pasé un par de días sin entrar a la Deep
Web, instalé de nuevo mis archivos importantes desde mi copia de
seguridad y finalmente decidí volver a entrar. A mi pensar, lo peor
posible había ocurrido, habían detectado mi computadora y borrado todos
mis archivos.
Poco después de que inicie sesión en Tor y
entré al primer foro de la Deep Web, mi ordenador volvió a reiniciare y
todos mis datos volvieron a ser borrados; pero esta vez no había ningún
mensaje. Veinte minutos después, más o menos, mientras reinstalaba otra
vez todo en mi ordenador, sonó el timbre de mi apartamento.
—¿Hola? —pregunté desde el teléfono del portero, pero nadie contestó.
Bajé hasta la puerta principal del
edificio, pero no había nadie, sólo un sobre de papel madera que habían
colado por debajo de la puerta. No tenía remitente ni destinatario,
tampoco tenía ningún escrito, pero yo sabía que era para mí.
Una vez que llegué a mi apartamento,
sentado sobre la alfombra de mi habitación, me decidí a abrirlo. Las
lágrimas salieron por sí solas, pero sin ningún llanto, mientras
revisaba el contenido del sobre. Era una carta:
«Dante, esto no es un juego. No lo vuelvas a hacer, no nos obligues a ir por ti».
Quien quiera que sea, sabía mi nombre,
dónde vivía, qué hacía y cuándo. Y para empeorar las cosas, en el sobre
también había una foto, una foto mía tomada desde mi cámara web.
En el transcurso de la semana solicité un
traslado en mi trabajo a otra ciudad, vendí esa computadora y destruí
el disco duro. Jamás he vuelto a entrar a la Deep Web y no creo que
vuelva a hacerlo. El destino no fue nada benévolo conmigo, y aun así se
podría decir que tuve mucha suerte.
Si después de escuchar mi historia
todavía les quedan ganas de entrar a la Deep Web, tápense de proxys y
antihackers y, sólo por si acaso, cubran con algo sus cámaras web.
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